Había anochecido cuando les vi llegar. Abrazados, amparándose en la oscuridad reinante. Continué inmóvil y observé la escena aunque sabía de antemano lo que iba a ocurrir. Vi como él la besuqueaba y, sobre todo, el gesto de placer con que ella recibía las caricias. Sentí un desfallecimiento pero me obligué a mirar pese al dolor que me causaba la escena. No podía intervenir. Solo mirar, mirar y callar. Apenas estaban a un metro de distancia y ni siquiera se habían percatado de mi presencia. Les vi hacer el amor como posesos y me hundí aun más en mi mundo de inmovilidad y silencio. Al cabo de un tiempo que me pareció interminable, se levantaron del suelo, se vistieron y...entonces me vieron. Sin mediar palabra, él sacó un cuchillo, se acercó a mí blandiéndolo decididamente y...grabó sus nombres en mi tronco, dentro de un ridículo corazoncito.
Anónimo
No hay comentarios:
Publicar un comentario